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  • Pellicer poetiza el sue o y la

    2019-05-14

    Pellicer poetiza el sueño y la rivalidad entre Tezozómoc y Nezahualcóyotl, limitándose, como Casal, W 54011 describir la escena de su agonía y muerte. Primero, describe el miedo del usurpador y su arrepentimiento por apoderarse del reino de Texcoco injustamente: El escritor también nos presenta el temor de Tezozómoc ante la venganza de Nezahualcóyotl presagiada en su sueño: “¡Se vengará!, se dice. ¡Se vengará!… ¡Quién sabe / a qué plan de venganza dará vida esa ave / cuyo vuelo me obstina, oh Netzahualcóyotl!” (vv. 20…22). En el momento de la muerte de Tezozómoc, Pellicer da fin al poema con una descripción elegante del paisaje mexicano, valorizando así tanto la historia como el paisaje propios:
    “Oda a Cuauhtémoc” De Piedra De Sacrificios (1924) En 1924, Pellicer publica Piedra de sacrificios: Poema iberoamericano, libro que, antes del Canto general de Neruda, celebra a toda la América Latina, cantando su geografía, sus pueblos, su historia, sus héroes nacionales, y llamando a la unión continental. En adelante, analizaré “Oda a Cuauhtémoc”, uno de los textos más representativos del acercamiento profundo y comprometido, ya no exotista, a la historia autóctona en la obra del vate. Existe una larga historia en el uso del icono de Cuauhtémoc para fines sociales y políticos, con tensiones y contradicciones internas, particularmente desde la época de Benito Juárez y durante el Porfiriato, cuando se construyeron monumentos dedicados al guerrero, con el fin de unir la nación. Después de la Revolución mexicana, y particularmente durante la década de los 1940, Cuauhtémoc se convirtió en símbolo de las revoluciones sociales y sirvió como material para escritores como Pellicer y para pintores y muralistas como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Igualmente, el mundo poético de Pellicer se inspira muchas veces en el referente precolombino. Francisco Pabón señala que en Piedra de sacrificios, utiliza “un nuevo lenguaje poético que se inspira en símbolos, mitos y supervivencias del México antiguo. La valoración del mundo indígena en esta obra consiste en la elaboración de toda una topografía poética cuyas coordenadas se dan en los órdenes lingüístico, histórico, arqueológico y simbólico mitológico” (207). Por su parte, Raúl Leiva pone de relieve la identificación personal entre Pellicer y el guerrero mexica: “[e]l poeta reconoce en sí mismo, en lo hondo, al salvaje azteca, manejador de dardos que lanza […] hacia la inmensidad. Es un flechador de estrellas, Cuauhtémoc poético, embebido en dar en el blanco de lo inesperado” (94). Pellicer ya no alude a cytoskeleton la tradición greco-romana al retratar a Cuauhtémoc, como lo hizo en el la tercera parte de “Tríptico azteca” (1914), dedicada al guerrero: “A veces me figuro que eres griego o romano / y eres las dos cosas; cual si una roja mano / las fundiese en la lumbre del azteca volcán” (vv. 1–3). En cambio, eleva la historia de la resistencia de Cuauhtémoc durante la conquista española a un nivel mítico al transformar e incorporar al relato dos mitos del orden simbólico mitológico precolombino: el mito de la muerte y la transfiguración de Quetzalcóatl, y el mito mixteca de la fundación de Tilantongo en la actual Oaxaca. Pellicer presiente la repetición de la historia y la amenaza de una invasión similar a la española por parte de los Estados Unidos. Además, un análisis cuidadoso del poema revela ecos de los cuauhcuicatl, los “cantos de águila” de la poesía náhuatl, que elogiaban a un líder fallecido en la guerra. En cuanto al conflicto mismo, Pellicer alaba la voluntad y la resistencia de Cuauhtémoc mientras desvaloriza los actores históricos europeos. Las figuras europeas de la Conquista, elevadas a un nivel icónico por la historiografía tradicional, apenas merecen mención. La llegada de los europeos, considerada en las crónicas castellanas el advenimiento de la luz de la civilización al llamado “nuevo mundo”, se retrata como una embestida maligna y destructora. Pellicer invierte la dicotomía anticuada que trata la Conquista en términos de una lucha entre la civilización europea y la barbarie indígena. En cambio, lamenta la destrucción cultural de la invasión europea y el legado de la colonialidad. Los conquistadores se retratan como actores anónimos y brutales mientras que las civilizaciones precolombinas representan su contrapunto: