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  • Por ejemplo las feministas objetan el hecho

    2018-11-03

    Por ejemplo, las feministas objetan el hecho de que con el tiempo los médicos hayan logrado medicalizar y controlar todos los aspectos de la vida reproductiva de las mujeres, desde la menstruación, la anticoncepción, el embarazo, el parto, la lactancia y la menopausia (véase Ehrenreich y English 1973; Todd 1989). Señalan que un efecto de este monopolio es boicotear los servicios de salud dirigidos MLN 9708 mujeres , así como desacreditar y eliminar formas de cuidado alternativo que las mujeres han dado a otras mujeres en su papel de parteras y sanadoras homeopáticas. Otro efecto ha sido alterar las actitudes de las mujeres hacia sus propios cuerpos, con lo cual los han transformado en objetos que deben ser monitoreados y regulados con frecuencia, en lugar de que sea posible experimentarlos directamente como aspectos del ser. Las feministas también se oponen a los estereotipos de género que retratan a las mujeres como personas inmaduras, ignorantes, nerviosas y dependientes cuya conducta permea en la medicina e influye en las actitudes inconscientes de los médicos al momento de lidiar con pacientes del sexo femenino. A pesar de que hay evidencia bien documentada de la existencia de patrones muy arraigados de comportamiento médico cuestionable, la mayoría de los especialistas en bioética eligen definir su papel a nivel local; es decir, evalúan o critican aspectos muy específicos de las prácticas de cuidado de la salud, pero evitan analizar los efectos sociales generales de la organización del cuidado de la salud en la sociedad. Luego presentan el examen que realizan de ciertas propiedades específicas del comportamiento médico en el marco de aceptación implícita de la organización básica de los servicios de salud, y eluden el tipo de evaluaciones del sistema de salud en su totalidad, mismo que sí presentan las feministas y otros críticos MLN 9708 sociales. Cuando abrimos la puerta de la bioética a investigaciones sobre cuestionamientos amplios y estructurales, como el feminismo nos alienta a hacerlo, comenzamos a examinar cuestiones tan importantes como la legitimidad de la organización jerárquica del sistema de salud. La estructura existente concentra el poder en las manos de una élite de hombres blancos privilegiados, al tiempo que depende del servicio obediente de un cuerpo amplio de personal de enfermería (en su mayoría mujeres blancas subordinadas), que a su vez tiene autoridad sobre el vasto personal de apoyo no profesional, en su mayoría perteneciente a minorías. Esta estructura y distribución de los roles no solo es inherentemente injusta, sino que forma parte de la contribución de la medicina a las estructuras sociales opresoras existentes. Por ejemplo, los problemas de salud que adquieren mayor importancia en los campos de la investigación y el tratamiento son en su mayoría riesgos de salud que amenazan a Fingerprint of protein los hombres blancos privilegiados (véase Rosser 1989). La investigación y los recursos médicos se encaminan al tratamiento y la reducción de riesgos relacionados con enfermedades como las cardiopatías, el cáncer y las apoplejías, pero no siempre se ponen al servicio del estudio de padecimientos que minan la fuerza y la energía de la población negra y nativa (véase White 1990; Beardsley 1990). Asimismo, buena parte de las iniciativas en el ámbito de las nuevas tecnologías reproductivas se ha encauzado hacia el desarrollo de medios que permitan que los hombres adinerados engendren hijos propios por medio de la implementación de tecnología riesgosa en mujeres; en contraste, cada vez son menos los recursos que se invierten en la identificación de estrategias para proteger la salud reproductiva de las mujeres y reducir la incidencia de la infertilidad en gente de todas las clases sociales (véase Stanworth 1987; Klein 1989). Asimismo, en gran medida la discusión sobre bioética relativa a la distribución de los recursos de salud se ha llevado a cabo bajo el supuesto de que dichos recursos son un bien que debe maximizarse. Sin embargo, las feministas se alían con otros críticos sociales para cuestionar dicha premisa. El cuidado de la salud suele traer consigo efectos iatrogénicos; ciertamente, no siempre beneficia a sus destinatarios, además de que no siempre es cierto que más es mejor. Además, los pacientes que reciben cuidados suelen ser instados a confiar más de lo necesario en quienes les proveen los cuidados a su salud. Si la finalidad es mejorar la salud de la población y asegurar una distribución más justa de la buena salud, quizá concentrarse en la distribución de los cuidados a la salud no sea el medio más efectivo para lograrlo. La salud es producto de los cuidados a la salud y de la posición socioeconómica, pero también depende de la protección de ataques violentos y de toxinas en el medioambiente. La indigencia, las adicciones, la violencia y la falta de alimentación y vestimenta adecuadas son problemas cada vez mayores en Estados Unidos y traen consigo costos extraordinarios en términos de enfermedad y muerte. No obstante, aunque los servicios de salud costosos y de alta tecnología se están expandiendo para cubrir las necesidades de los privilegiados, los recursos para satisfacer las necesidades humanas básicas de los segmentos más desfavorecidos de la población van en descenso. Aun en Canadá, en donde el sistema de distribución de los recursos para el cuidado de la salud es mucho más equitativo que en Estados Unidos, las necesidades humanas básicas de alimentación, hospedaje y seguridad —todo lo cual es esencial para la salud— no siempre se satisfacen de manera adecuada.