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  • El entonces gobernador de Chihuahua Jos Reyes Baeza declar q

    2018-10-22

    El entonces gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza, declaró que la violencia que se vivía en Juárez en marzo era pasajera y conminó pituitary adenylate cyclase-activating peptide la población a mantener la calma y la solidaridad ante la llegada del gabinete de seguridad pública federal (Milenio Diario 2012). Sus palabras fueron desmentidas por la reacción de las fuerzas del crimen organizado en Chihuahua, en particular en esta ciudad fronteriza, máxime que él habló de que la situación por la cual atravesábamos respondía a que “estos eventos tienen que ver con las acciones que esta (sic) emprendiendo el gobierno federal. Hay una acción a una reacción, pero requerimos un apoyo pleno y que las cosas vuelvan a la normalidad”. Esta situación no fue temporal, ni mucho menos pasajera. A principios de 2009, el presidente municipal, José Reyes Ferriz, declaró, “con conocimiento de causa”, la continuación de esta política bélica por parte del presidente Felipe Calderón, la cual convirtió a la ciudad en un campo de batalla. Aseveró: “nos sumamos, respaldamos y aplaudimos la decisión” (Bustamante 2009). Así, todos fueron coautores de convertir a Ciudad Juárez en un espacio de cuerpos inanimados. Unos y otros, representantes de los tres poderes, permitieron que esta comunidad entrara en un estado de excepción, y que el gobierno federal, a través de las fuerzas militares y federales, decidiera el curso de la vida de la ciudadanía (Padilla 2011: 306), el curso de la muerte ciudadana, la política generizada de pituitary adenylate cyclase-activating peptide “se están matando entre ellos” (Wright 2011: 719).
    La muerte pública: símbolos y dadores de identidad En esta industrialización de la muerte violenta, es necesario reconsiderar que, en 2008, una de cada cuatro personas ejecutadas en México fue aniquilada en el estado de Chihuahua (Ortega 2009). En 2009, fueron asesinadas en Ciudad Juárez 2 643 personas, de las cuales 201 fueron mujeres (Monárrez 1998); en 2010, 3 084 casos de homicidios dolosos fueron documentados por la prensa, y 304 de estos fueron feminicidios. En este año, la tasa nacional fue de 4.0 defunciones femeninas con presunción de homicidio por cada 100 mil mujeres. Chihuahua ocupó el primer lugar, con una tasa de 32.8, seguida de Durango, con 10.7 mujeres. Para los hombres, la tasa nacional de defunciones masculinas con presunción de homicidios fue de 40.9 por cada 100 mil hombres. Chihuahua se colocó en primer lugar, con 331.2, y Sinaloa en segundo, con una tasa de 156.3 (). En Chihuahua, el problema es sumamente grave, si tomamos como referencia que, de 2007 a recombinant DNA technology 2009, las defunciones con probabilidades de feminicidio se incrementaron el doble, de 12.2% a 33.9%, 2.2 veces el promedio nacional. Además, el municipio de Ciudad Juárez es el que registra la mayoría de las defunciones femeninas con presunción de feminicidio (onu Mujeres 2011). En 2011, la cifra descendió a 1 820, de la cual se contabilizan 216 mujeres (Guerrero 2012). Sin embargo, basta recordar que en 2011 se cometieron 27 199 homicidios, 5.6% más que el año anterior, y Chihuahua ocupó el primer lugar (), con Ciudad Juárez a la cabeza. El año 2012 termina con una cifra de 749 asesinatos, 80 de los cuales fueron feminicidios. Independientemente de esta significativa reducción en las muertes violentas de mujeres y hombres, el homicidio y el feminicidio seguirán siendo una constante en la vida de la población juarense y seguirán situando a esta urbe como una de las más letales del país. Por lo tanto, es muy probable que esta ciudad continúe siendo, si no el tiradero nacional de muertos, si uno de los tantos tiraderos en que se han convertido algunas zonas de México en donde se encuentran, exhiben o esconden las y los que han sucumbido en “el sexenio de los cuerpos” (Merino y Gómez 2012: 39). El cuerpo, asevera Chris Schilling, ha emergido a finales del siglo xx como un fenómeno capaz de ser objeto de un detallado estudio. El cuerpo, en estos momentos —aunque no por primera vez—, ha surgido como una especie de símbolo, en el cual se personifica tanto el bienestar (tranquilidad, satisfacción, contento) como el malestar (tormento o congoja) (Schilling 2003). Es así como la sociedad mexicana-juarense queda personificada y simbolizada con la congoja por esos cadáveres molestados y atormentados producto de las llamadas guerras, ya sea de baja intensidad, entre narcotraficantes,entre el Estado y los narcos, entre los buenos y los malos, y entre los nuevos señores feudales del crimen organizado y los cruzados contra las drogas. Pero también es una sociedad personificada por el contento que le da la tranquilidad del exterminio de los malos. Y ante estas conflagraciones bélicas, los cuerpos/ cadáveres dejan de ser posesiones individuales y se convierten en dadores de identidades sociales para las comunidades que los vieron nacer y se resignan, se rebelan o aceptan con gusto verlos morir con total impunidad en el tiradero nacional de muertos.