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  • Describe la colonizaci n de

    2019-04-23

    Describe la colonización de América en términos de violencia, explotación y maltrato, una imposición que el poeta todavía siente en su presente, el legado de la colonialidad: A lo largo del texto, Pellicer alude al mito de Quetzalcóatl en relación Risperidone la invasión europea y la resistencia de Cuauhtémoc. Según la leyenda, Quetzalcóatl viajó a la orilla del mar y, tras prenderse fuego, su corazón subió a los cielos y se transformó en la estrella de la aurora. Algunas fuentes de la leyenda hablan del regreso futuro de Quetzalcóatl para recobrar su reino en la tierra. Asimismo, la historiografía tradicional nos expone que Moctezuma confundió la llegada de los españoles con el regreso de Quetzalcóatl y por eso, sentía que la pérdida de su reino era inevitable. Así Pellicer trata el motivo en el poema: La estrella de Quetzalcóatl domina el poema como una presencia abrumadora y maligna que causa pavor y duda ante un destino adverso, en lugar de esperanza para el regreso futuro de Quetzalcóatl, por su asociación con la Conquista y la colonización. Así, el mito cobra un nuevo significado en el presente de la enunciación: “Y desde entonces una estrella tristísima / se alarga sobre las llanuras y se ahonda junto a los montes” (vv. 74–75). Angustiado por la estrella de Quetzalcóatl, el poeta expresa un sentido de fatalidad ante un destino adverso que parece estar escrito en las estrellas: “Pues ¿quién puede volver a mirar serenamente las estrellas, / cuando todo semeja que el destino / va a aplastarnos con sus plantas de piedra?” (vv. 61–63). Como ha señalado Eugene Moretta, el tema del destino en Piedra de sacrificios “se entiende en primer lugar como fatalidad que frustra los proyectos humanos” (91), y los versos del poeta “[i]dentifican en la historia iberoamericana un sombrío determinismo que se funda en la larga serie de depredaciones sufridas por el pueblo, llegando hasta el imperialismo cada vez más amenazante de los Estados Unidos” (92). Su impresión de fatalidad, o como la llama en el texto, el “destino de la tragedia inexorable y gigantesca” (v. 93) o su “duelo grandioso como una ola de basalto” (v. 54), pesa sobre el escritor y parece que solo le queda la incertidumbre y el anhelo de tiempos mejores. Interroga, “¿Nadie podrá devolverme nunca / las dulces horas del amor y la alegría de cantar en el campo?” (vv. 55–56). Por otro lado, la resistencia de Cuauhtémoc se presenta como contrapunto del destino fatal que el poeta asocia con el lucero de Quetzalcóatl. Pellicer prefiere celebrar la vida y la voluntad del guerrero, que tiene su propia estrella en su mundo poético: El heroísmo y la voluntad de Cuauhtémoc crecen en el poeta que, si primero sentía la soledad y la fragilidad de una hoja que solo cae después, inspirado por el guerrero, siente el poder y la grandeza de una montaña o de una selva. Así, el poeta vence ese sentimiento de fatalidad asociado con el lucero de Quetzalcóatl, infundiéndose con la voluntad de Cuauhtémoc. Pellicer desea que el pueblo se olvide de la estrella “tristísima” de Quetzalcóatl, y todas esas “estrellas caudales que iluminan el miedo” (v. 31) para establecer, simbólicamente, una estrella para Cuauhtémoc que inspire la resistencia unida: “Consagremos al primero de los mexicanos / una montaña o un pedazo de cielo. / Alegrémonos por la maravilla de sus actos” (vv. 24–26; cursivas mías). En lugar del regreso de Quetzalcóatl, Pellicer sugiere la posibilidad del regreso del espíritu de resistencia del guerrero mexica. Antes de seguir, es necesario señalar que la leyenda mixteca de Tilantongo explica la creación de los seres humanos y la fundación de Tilantongo durante el Preclásico Medio Risperidone en el actual estado de Oaxaca. Definitivamente, Pellicer conocía la leyenda de Tilantongo ya que elaboró su propia versión poetizada, “Romance de Tilantongo” en 1937. La leyenda relata cómo uno de los hijos de los árboles de Achiutla, uno de los primeros caciques, salió a Staggered cuts conquistar alguna tierra donde su gente pudiera establecerse. Cuando llegó a la región que después sería Tilantongo encontró una tierra deshabitada donde solo reinaba el sol. El cacique supuso que el sol era el señor de esa región y ya que sentía que le impedía apoderarse de la tierra con sus rayos ardientes, lo retó a la batalla. El cacique le lanzó flechas mientras que el sol proyectaba sus rayos de fuego. Cuando por la tarde el sol se escondió detrás de una montaña y tiñó las nubes de rosado, el joven creyó que había matado al sol de un flechazo. Se declaró el vencedor y posteriormente, fundó la capital de su reino (Westheim: 65; Gay: 22–23). En Historia de Oaxaca (1881), José Antonio Gay cita la Geográfica descripción de Oaxaca de 1674 del Padre Francisco Burgoa, recordándonos que “la victoria del sol es tan general en el blasón de los mixtecas, que en los escudos de sus armas pintaban un capitán armado, con su penacho de plumas, arco, rodela y saetas en sus manos, y en su presencia el sol ocultándose entre nubes pardas” (22).